¿Qué considerar para invertir en Bolsa?
Con el peso en caída libre, entre otras cosas, en esta nota te contamos la importancia de evaluar tu nivel de riesgo y de diversificar tu cartera de inversiones para poder defender mejor tus ahorros
Foto de portada por Jason Briscoe en Unsplash.
Ante la vuelta del cepo para comprar dólares, mucha gente se interesó por invertir en otros lugares no tradicionales, como la Bolsa. Uno de los principios básicos del mundo financiero es la teoría de riesgo-retorno, que dice que para obtener mayores retornos hay que arriesgarse más.
Por eso, lo primero que debe conocer el inversor antes de apostar a la Bolsa es cuán averso al riesgo es y cuanto retorno pretende. Resolviendo esta ecuación, se puede decidir qué tipo de activos son los más apropiados para apostar:
- Si se es más averso al riesgo, son recomendables activos de renta fija (bonos principalmente) de emisores de bajo riesgo.
- Si se está dispuesto a correr más riesgo para conseguir mayores retornos, se puede invertir en acciones, cuya volatilidad de precios es mayor.
- Y si tiene una tolerancia aún mayor al riesgo, se puede probar con opciones, que dependen del precio de una acción o bono subyacente.
Tipos de activos que se pueden comprar en la bolsa
En el caso de la Bolsa, se pueden comprar cualquiera de los siguientes activos financieros: acciones de empresas argentinas que cotizan en el Merval, bonos emitidos por empresas nacionales o gobiernos provinciales o de la Nación, Cedears, y opciones de empresas locales, entre otros. Por nivel de riesgo, podríamos decir que los activos menos riesgosos son los Cedears, seguidos por los bonos locales, las acciones locales, y las opciones.
Los Cedears son certificados de empresas extranjeras que cotizan en Argentina, como Apple, Amazon o el Bank of America. Su ventaja, además de poder comprarse en pesos, es que dan cobertura contra la devaluación porque cotizan a un ritmo similar que el dólar contado con liquidación.
Otro principio importante dentro de las finanzas es la diferencia entre riesgo sistemático y no sistemático. El primero es propio del mercado donde invertimos y no puede evitarse, mientras que el segundo es inherente a la propia empresa que emite las acciones y puede minimizarse diversificanado el portafolio.
Diversificar -clave siempre para minimizar riesgos- significa tener nuestra cartera distribuida entre activos con diferentes niveles de riesgos y retornos para compensar las fluctuaciones de valores de cada uno. Por ejemplo, una cartera mal diversificada sería solo tener acciones del sector energético, mientras que una bien diversificada agregaría además acciones bancarias y bonos (cuyo riesgo es menor al de las acciones).
Como conclusión, lo primero que debe considerarse para hacer inversiones financieras es cuánto se está dispuesto a perder, es decir cuánto riesgo se quiere correr. Una vez definido esto, se deben elegir los activos financieros a invertir y finalmente balancear lo mas posible la cartera para reducir los riesgos no sistemáticos.