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Ser digitales no es suficiente: por qué necesitamos una cultura crítica en la era del algoritmo

Vivimos en una época donde estar conectados es sinónimo de existir. Nos desplazamos por la vida con un teléfono en la mano, saltamos entre plataformas, compartimos contenido, opinamos, nos informamos —o desinformamos— a velocidad de scroll.

Ser digitales no es suficiente: por qué necesitamos una cultura crítica en la era del algoritmo
Imagen de portada creada con IA

En este contexto, hay una pregunta que, en medio del ruido, no siempre nos hacemos: ¿estamos siendo conscientes de cómo nos está moldeando el algoritmo?

No se trata de usar plataformas: se trata de cómo pensamos en ellas

Ser usuarios activos de entornos digitales no implica necesariamente tener una mirada crítica sobre ellos. Navegar no es lo mismo que comprender. Compartir no es lo mismo que analizar. Y consumir información no es garantía de estar informado.

La cultura digital argentina ha demostrado una enorme vitalidad: creatividad popular, humor político, engagement altísimo. Pero también reproduce muchos de los problemas que atraviesan a la sociedad: polarización, intolerancia, simplificación extrema del discurso y vulnerabilidad ante la manipulación.

La trampa del algoritmo

Las plataformas que usamos —X, Instagram, TikTok, YouTube— no son neutras. No muestran el mundo como es, sino como creen que queremos verlo. Y ese filtrado está basado en una lógica de negocio: maximizar nuestro tiempo de permanencia, explotando emociones como el enojo, la indignación o el placer rápido.

El algoritmo no prioriza lo más importante, ni lo más veraz, ni lo más justo. Prioriza lo que más funciona. Y lo que funciona, muchas veces, es lo que simplifica, polariza o espectaculariza. Si no cultivamos una cultura crítica, somos presas fáciles de esta lógica.

Educar en pensamiento digital

Hoy más que nunca necesitamos una alfabetización que no sea solo tecnológica, sino cognitiva, emocional y ética. Saber cómo se construyen los discursos digitales. Preguntarnos quién los produce, para qué, a quién benefician. Analizar narrativas, identificar sesgos, escapar de las cámaras de eco.

La educación digital crítica debe empezar temprano y continuar a lo largo de la vida. Porque no basta con saber usar una app: hay que entender el contexto en el que esa app se inserta, y el modelo económico, político y social que la sostiene.

¿Podemos salir del modo automático?

Cuando todo pasa por el teléfono, corremos el riesgo de vivir por default. De replicar sin pensar. De responder con un emoji a temas que requieren profundidad. De dejar que el algoritmo no solo nos muestre el mundo, sino que decida por nosotros qué importa y qué no.

Salir del modo automático no significa desconectarse, sino reconectarse con uno mismo, con la reflexión, con el otro. Es preguntarnos qué estamos compartiendo, por qué lo hacemos, qué efecto tiene. Y también, qué estamos dejando de ver.

El rol de los medios en esta nueva era

Desde mi punto de vista creo que ser digitales no es suficiente. Tenemos una cultura digital con falta de conciencia crítica, que retransmite tendencias sin interrogarlas. Que desinforma, y no es capaz de despertar preguntas. Que no profundiza ni aporta claridad.

En un ecosistema mediático dominado por la instantaneidad, es necesario cuestionar y profundizar. En medio del ruido, hay que elegir pensar. Porque si no cuestionamos el algoritmo, lo terminamos siendo.

Algunas preguntas sobre el contexto digital

¿Qué significa tener una cultura digital crítica?

Implica comprender cómo funcionan las plataformas, los algoritmos y las narrativas digitales, y desarrollar pensamiento reflexivo ante lo que consumimos y compartimos.

¿Por qué no alcanza con saber usar redes sociales?

Porque usarlas sin análisis nos vuelve vulnerables a la manipulación, la polarización y la desinformación. La técnica sin pensamiento crítico es insuficiente.

¿Cuál es el rol del periodismo ante el algoritmo?

Debe interpelarlo. Producir contenido que no solo se adapte a su lógica, sino que también la cuestione, ofreciendo contexto, profundidad y herramientas para pensar.

Reflexiones finales

Si los algoritmos deciden qué vemos, qué opinamos y cómo reaccionamos, tener acceso a la tecnología ya no es suficiente. Necesitamos herramientas para entenderla, para cuestionarla, para usarla sin que nos use. La cultura digital no puede limitarse a consumir: tiene que proponerse construir un nuevo ciudadano digital.

La velocidad no reemplaza la profundidad. La viralidad no garantiza verdad. La conexión constante no implica comunidad. En esta era donde todo tiende a simplificarse para que entre en un titular, en un meme o en un video de 30 segundos, defender la complejidad es un acto de resistencia.