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Villa Epecuén, el pueblo de oro.

En 1985 una inundación tapó el pueblo de Epecuén, en sólo 16 días el pueblo desapareció bajo el agua.

Villa Epecuén, el pueblo de oro.

Villa Epecuén, fundada en 1821, se encuentra en el suroeste de la provincia de Buenos Aires y ha sido durante mucho tiempo uno de los principales puntos de turismo del país, incluso compitiendo con famosos lugares de la costa argentina.

Sin embargo, en cuestión de meses, una gran inundación arruinó sus años dorados, cuando era elegido para vacacionar por las familias más adineradas. Su gran atracción, las grandes piletas de agua dulce, se convirtieron en su maldición.

El terraplén de contención se desplomó y, el 10 de noviembre de 1985, el agua inundó el pueblo. El sueño había terminado.

Durante 1821, Arturo Vatteone abrió las costeras valiosas del lugar y le dio el nombre de "Mar de Epecuén". La popularidad ha aumentado significativamente desde entonces.

“Nací en la ciudad de Epecuén. Mi padre y mi abuelo trabajaban como albañiles en el pueblo y vivíamos en un residencial llamado La Rueda”, contó Viviana Castro, quien fue vecina y ahora es una de las guías turísticas que guían a los curiosos y tristes en un recorrido por la historia, reveló que su abuela tenía la propiedad de Casa Castro, que era uno de los hoteles más grandes.

En un principio, era el lugar preferido de los residentes de la región para disfrutar de un momento de descanso en un lugar destacado por su belleza. Pero el techo de la Villa seguía siendo lejano. El ferrocarril aumentó la cantidad de visitantes en 1899. En ese momento, la ciudad de Carhué y sus alrededores fueron inundados por una gran cantidad de turistas. Era un lugar mágico.

Aparte de sus hermosos paisajes, el rumor de que las aguas tenían propiedades curativas fue otro factor clave en su desarrollo. Según aquellos que lo han visitado, la laguna de Epecuén brindaba alivio a aquellos que se sumergían en ella. La popularidad de esta característica aumentó entre los visitantes hasta que en 1909 la Provincia de Buenos Aires envió un grupo de especialistas para examinar sus propiedades.

Según el estudio científico realizado por los especialistas, las aguas tenían una alta concentración de minerales. Los investigadores descubrieron que la hipermarina de la laguna era únicamente comparable a la del Mar Muerto. Según el informe, tenía la habilidad de sanar enfermedades reumáticas y de la piel. Por lo tanto, se agregaba otro atractivo turístico al pueblo.

Y estas características curativas del agua fueron las que iniciaron la historia de la familia de Viviana Castro en el lugar. “Mi bisabuela vino de España a Buenos Aires y se mudó de Capital Federal a Epecuén por su problema de reuma. Llegó como turista y se instaló a vivir como hizo mucha gente en su momento”, dijo y agregó: “Las propiedades de la laguna le hicieron muy bien a su reuma y decidió comprar un terreno para hacerse un hotel. Así fundó La Española, que fue uno de los hoteles más grandes, con capacidad para 150 personas”.

De esta manera, lo que solía ser un lugar turístico protegido por los alrededores se transformó en un lugar de refugio para las familias más adineradas de la capital federal y de varios lugares del país. De acuerdo con los registros históricos, Epecuén se convirtió en el lugar más visitado de Argentina, junto con Mar del Plata. Además de los turistas, cientos de personas con artritis, artrosis u otras enfermedades similares visitaban la poderosa laguna para recibir tratamiento.

El Balneario de Epecuén fue establecido en enero de 1921 y ofreció una nueva ubicación para recibir a los visitantes.

“Epecuén vivía por y para el turista; tenías todo lo que se te ocurra a cualquier hora. Todo funcionaba el día entero. Todo el que nacía en Epecuén sabía lo que significaba y lo que quería el turista”, comentó Viviana. Así, el lugar se convirtió en un exclusivo destino que recibía a la aristocracia del país.

La cantidad de visitantes ha aumentado significativamente cada año. De 1950 a 1970, Villa Epecuén recibió alrededor de 25.000 turistas. Tenía una población estable de 1200 habitantes, disponía de 6000 plazas hoteleras y aproximadamente 300 locales comerciales, lo que lo convierte en un verdadero hito.

De la gloria a la ruina.

Sin embargo, los tiempos gloriosos que hicieron que Villa Epecuén fuera uno de los lugares turísticos más populares de Argentina desaparecieron, la misma que los ubicó en el mapa.

Al inicio de la década del 70′ se habían comenzado a restructurar las obras hidráulicas del pueblo. Sin embargo, debido a una serie de problemas económicos, el proceso demoró más de lo planificado y la construcción fue detenida por completo en 1976 con el golpe militar. Las obras quedaron estancadas y nunca más se reactivaron. “Después de mucho tiempo, en el 82′ o 83′, empezaron a levantar el terraplén para resguardar a la ciudad del agua y de ahí en adelante fue una agonía”, reconoció la guía turística de Epecuén.

Durante 1985, Epecuén experimentó la misma cantidad de lluvia en seis meses que solía caer en un año debido a la falta de mantenimiento del sistema y la construcción excesiva para el turismo. Fue un completo fracaso. El 10 de noviembre, la ciudad comenzó a sufrir las consecuencias de una sudestada.

Viviana Castro explicó cómo fueron esas últimas horas en las que el agua desbordó el terraplén y la otra historia del pueblo comenzó a escribirse, con un recuerdo imborrable de aquella triste madrugada.

“Yo tenía 20 años en ese momento y nadie sabía que iba a entrar tanta agua, nadie se lo imaginaba. Todo estaba preparado para el inicio de la temporada, pero por la fuerte sudestada, esa mañana estábamos todos arriba del terraplén en el momento que cedió. Eran las 6 de la mañana”, subrayó.

“El agua comenzó a filtrarse, la gente intentó taparla con bolsas de arena, cemento y tierra, pero avanzó y empezó a llegar a los primeros hoteles que estaban sobre el complejo turístico. A las pocas horas, esos hoteles tenían 80 centímetros de agua”, siguió.

La fuerza imparable del agua invadió la ciudad sin contemplación, y el terraplén que se había construido para detener la marea y proteger a la Villa se derrumbó. Las casas y los complejos fueron desalojados en una evacuación desesperada en un contexto catastrófico para los habitantes de Epecuén. Durante semanas después del diluvio, la laguna creció a razón de un centímetro por hora.

Con el paso del tiempo, algunos vecinos habían tenido un destino más fortuito y, por un momento, pudieron mantener sus hogares. Por esta razón, mostró su solidaridad durante la evacuación y brindaron alojamiento y asistencia a sus habitantes. Sin embargo, la luz y el suministro de agua potable de la zona se cortaron pronto.

“Nosotros teníamos mucho potencial y gran poder adquisitivo. Pero de un día para el otro nos quedamos sin nada”, expresó Castro. En menos de un mes, Epecuén, que años atrás había alojado a 25.000 habitantes, quedó devastado. Era un pueblo fantasma. Durante los años siguientes, el agua siguió ganando terreno y destruyendo las ruinas de la ciudad. Para el invierno de 1993, el pueblo quedó sumergido bajo siete metros de agua y así se mantuvo durante casi 20 años.

“Es importante aclarar que la naturaleza acá no tuvo nada que ver. Fue la mano del hombre como lo que estamos haciendo hoy en día con nuestro planeta. Esto tiene que servir como ejemplo para que no vuelva a ocurrir nunca más algo así”, sentenció Viviana Castro. En medio de una catástrofe devastadora, afortunadamente, la tragedia no se cobró vidas y los ciudadanos pudieron ser evacuados. Gran parte de los 1500 residentes de Villa Epecuén encontraron refugio en la localidad de Carhué, ciudad de cabecera del partido.
"Avanzar y mirar para adelante".

Desde ese momento, Viviana y su familia, al igual que todos los habitantes de Epecuén, tuvieron que reconstruir completamente su vida. La palabra resiliencia describe todo. Mis padres me enseñaron a trabajar y generar cosas. A superar cualquier adversidad. Teníamos que cocinar arriba de un calentador, hacer arroz y de vez en cuando agregar salchichas o carne”, narró.
Los gloriosos años de Villa Epecuén habían quedado sumidos en siete metros de agua que arrasó con todo lo que encontró. Casi dos décadas después de la tragedia de 1985, el agua comenzó a disminuir y los residentes anteriores se encontraron con un entorno desolador y los restos de recuerdos y planos que no se materializaron.

Luego de la catástrofe que terminó con los días dorados de la Villa, Viviana Castro explicó lo que sintió en aquellos años: “En un principio me generaba mucha desolación, pero no por haber perdido la casa, no pasa por las paredes. Pasa por nuestra identidad, nuestras raíces, era nuestro lugar en el mundo. Yo por suerte sigo en mi casa y estoy feliz de poder cuidar el lugar en el que nací más allá de todo lo que pasamos, eso me da una satisfacción inmensa”.

Sin embargo, más allá del duro golpe que sufrió el pueblo, Castro no dudó al aclarar que “el pueblo siempre tuvo vida, van a hacer 36 años de que se inundó y al día de hoy sigue llevando turistas, dando trabajo, alegrías y muchas sensaciones. Es un lugar mágico”. Y en este sentido, Viviana aseguró: “Epecuén tiene su fuente de recursos intacta, tiene sus aguas, sus propiedades de la tierra, y lo decimos con conocimiento de causa porque constantemente estamos haciendo análisis y estudios con científicos”.

Como Viviana destacó en reiteradas oportunidades, “es un avanzar mirar para adelante”, por este motivo, los restos del lugar siguen atrayendo turistas cada fin de semana para conocer su increíble historia: “Tenemos superpoblación de turistas que lo mantienen con vida. Queremos mostrarle al mundo que estamos vivos y que esto se puede disfrutar. Incluso tuvimos recitales, música, grabaciones de distintas producciones. La gente de Epecuén sufrió mucho la inundación, pero resurgimos como el ave fénix”.

Viviana Castro destacó una y otra vez con orgullo y gratitud su rol de protectora de Villa Epecuén: “Hay mucha bronca, porque se podría haber evitado pero la gente ya no quiere hablar de tristeza. Hoy me toca cuidarlo y puedo sentir sus olores, escucho sus ruidos, veo sus colores y conozco cada lugar”, aseveró.

Finalmente, entusiasmada con el turismo diario que mantiene con vida las calles del sitio desde hace muchos años, Viviana concluyó: “Soy un poco fanática de mi lugar en el mundo. Mientras el último habitante de Epecuén esté con vida, Epecuén va a seguir vivo. No hay que recordarlo con tristeza, ya sufrimos demasiado, hay que tomarlo como un ejemplo y como fortaleza”.

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Fuente:

LA NACIÓN, Infobae, Conociendo Lugares.