El Juego del Calamar: ¿Por qué nos gustó tanto?
Con una trama brutal, una estética llamativa y un trasfondo social crudo, la serie no solo nos entretuvo: nos sacudió

Cuando El juego del calamar llegó a Netflix en 2021, nadie imaginaba que una serie coreana de supervivencia se convertiría en el contenido más visto de la historia de la plataforma.
Con una trama brutal, una estética llamativa y un trasfondo social crudo, la serie no solo nos entretuvo: nos sacudió. ¿Pero qué tiene esta historia para haber generado tanto fanatismo, teorías y disfraces virales? ¿Por qué nos gustó tanto ver a personas competir por su vida en juegos infantiles mortales? En este artículo, desglosamos las claves del fenómeno.
Una premisa simple pero poderosa
El juego del calamar parte de una idea fácil de entender: 456 personas endeudadas reciben una misteriosa invitación para participar en una competencia de juegos infantiles. El premio: una suma millonaria. La condición: si perdés, morís.
Esta simplicidad es uno de sus mayores aciertos. No necesitás entender reglas complejas ni seguir largas explicaciones. Cada juego es directo, los riesgos son claros y el suspenso es inmediato. Esa tensión constante es adictiva: una vez que empezás, no podés parar.

Juegos de la infancia convertidos en pesadilla
Una de las decisiones más brillantes de la serie es usar juegos infantiles como mecanismo de violencia. Desde "Luz roja, luz verde" hasta el calamar dibujado en el piso, todos remiten a la inocencia… hasta que se transforman en trampas mortales. Esa contradicción genera un fuerte impacto emocional y visual.
El contraste entre lo lúdico y lo letal hace que El juego del calamar sea inquietante y memorable. Además, despierta una nostalgia retorcida: todos jugamos a algo similar en la niñez, pero jamás imaginamos que perder pudiera costarnos la vida.

Estética impactante y simbolismo visual
Otro de los aspectos más comentados fue la estética. Colores vibrantes, escenarios enormes y artificiales, máscaras sin rostro, túneles laberínticos. La dirección de arte convirtió a la serie en un ícono visual.
El diseño de los trajes rojos y verdes, las formas geométricas, la muñeca gigante o la sala de los ataúdes envueltos como regalos son imágenes que se quedan en la mente. Cada elemento está cargado de simbolismo: la igualdad falsa, el control, el anonimato del poder. La estética no es solo decoración: es parte de la crítica.

Personajes humanos, imperfectos y cercanos
A pesar de la brutalidad del juego, lo que realmente sostiene la historia son sus personajes. Gi-hun, el protagonista, es un antihéroe: endeudado, torpe, pero con un gran corazón. A lo largo de la serie, vamos conociendo las motivaciones de cada jugador: una joven norcoreana, un inmigrante explotado, un anciano con una sonrisa enigmática.
Sus historias personales nos hacen empatizar, aunque a veces tomen decisiones cuestionables. Eso genera una tensión moral constante: ¿podemos juzgarlos? ¿Haríamos algo distinto si estuviéramos en su lugar?

Crítica al sistema y al capitalismo extremo
Uno de los puntos más potentes de El juego del calamar es su crítica social. No es solo una serie sangrienta. Es una denuncia directa a las desigualdades económicas, al endeudamiento, al desprecio por los pobres y al espectáculo de la miseria.
Los organizadores del juego representan una élite invisible que mira desde arriba, disfrutando del sufrimiento ajeno como un show. Los jugadores, desesperados por dinero, aceptan las reglas sin dudar, como en la vida real muchos aceptan trabajos precarios o préstamos abusivos por necesidad.
La serie incomoda porque nos pone frente a un sistema que conocemos muy bien, solo que amplificado al extremo.
Impacto emocional y dilemas morales
La serie no solo entretiene: desestabiliza. Nos hace preguntarnos qué haríamos en esa situación, a quién traicionaríamos, si seríamos capaces de matar o dejar morir. Nos enfrenta con lo más oscuro del ser humano: el egoísmo, la ambición, la traición.
Pero también muestra gestos de humanidad en medio del horror. Alianzas, sacrificios, compasión. Esa dualidad, entre lo peor y lo mejor de nosotros mismos, es lo que vuelve a El juego del calamar tan poderosa emocionalmente.

Viralidad, disfraces y cultura pop
En pocos días, la serie explotó en redes sociales. TikToks recreando juegos, memes, teorías conspirativas, disfraces para Halloween. La estética sencilla pero distintiva hizo que se volviera viral con facilidad. Y el algoritmo ayudó.
Además, al tratar temas universales como la pobreza, la injusticia o la desesperación, logró conectar con personas de diferentes culturas. No necesitás ser coreano ni entender referencias locales para sentir que esa historia también podría pasarte a vos.
Un final de primera temporada que dejó huella (y abrió la puerta a más)
El final de la primera temporada no fue complaciente. Muchos esperaban una resolución más "feliz" o un cierre más completo, pero lo que ofreció fue un giro incómodo que abre el debate: ¿qué hace uno con el trauma después de haber sobrevivido? ¿Realmente termina el juego cuando salís de él?
Esa ambigüedad dejó la puerta abierta a una segunda temporada y tercera temporada que concluyó a fines del mes de junio del 2025 respondiendo estas preguntas de una forma retorcida, pero con la premisa de ampliar el universo de El Juego del Calamar a distintos países.

Un fenómeno que dijo más de lo que parecía
El juego del calamar no fue solo una moda del momento. Fue un espejo oscuro y brillante al mismo tiempo. Nos atrapó con suspenso, pero se quedó con nosotros por lo que dijo del mundo, del poder, de la desesperación y de la condición humana.
Nos gustó tanto porque es adictiva, sí. Pero también porque nos hizo sentir algo real: miedo, empatía, rabia, esperanza. En un mar de series que olvidamos en semanas, esta nos dejó marcada como un número en el uniforme.