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El fantasma de las "soluciones finales" sobrevuela a los refugiados

Pese a las advertencias de numerosas ONG, Bangladesh continúa con la construcción de una “isla flotante” para alojar allí a 100.000 refugiados rohingyas.

El fantasma de las "soluciones finales" sobrevuela a los refugiados

Bangladesh sigue adelante con una medida polémica que trasciende sus fronteras.

Pese a las advertencias de numerosas ONG, el país continúa con la construcción de una “isla flotante” para alojar allí a 100.000 refugiados rohingyas procedentes de Myanmar.

El archipiélago es una plataforma anexa a la isla deshabitada de Bashan Char, cuyo uso actual se destina al pasto para consumo del ganado.

El sitio The Stateless Rohingya publicó un vídeo en Facebook en el que se puede ver desde el aire la construcción, cuya finalización se espera para 2019, con un costo de 280 millones de dólares.

En las imágenes se observan los centenares de módulos en los que serían alojados unos 100.000 refugiados.

Las imágenes son toda una alegoría de los campos de concentración que fueron parte de las peores prácticas inhumanas de tiempos de la Rusia de Stalin y, por supuesto, de la Alemania nazi.

Bangladesh tomó la polémica decisión de construir esta isla para refugiados ante el desastre humanitario en Myanmar, en donde el genocidio promovido por el gobierno de ese país provocó además el desplazamiento de un millón de rohingyas.

¿"Destino Final" o "Solución Final" para los refugiados?

Esta iniciativa de Bangladesh es una más en los intentos de varios países por encontrar una solución al drama humanitario de los refugiados en todo el mundo.

A finales de 2017, un arquitecto austriaco presentaba a Europa su plan para darle forma a una isla artificial entre Italia y Túnez y alojar allí a los solicitantes de asilo.

Sus impulsores sugerían que nazca como un protectorado y que, en unos 25 años, se convierta en una ciudad-Estado, independizada y autónoma.

El ambicioso proyecto del arquitecto austriaco Theo Deutinger se inspiró en otras ideas previas.

Una fue la del magnate inmobiliario Jason Buzi, quién propuso una “Nación Refugiada”.

Por su parte, el multimillonario de telecomunicaciones egipcio Naguib Sawiris también había anunciado un plan para comprar varias islas que podrían establecerse como amparo para los refugiados.

La guetización es un fantasma que recurrentemente sobrevuela las zonas del mundo en donde la cuestión de los refugiados no encuentra solución.

Ya en tiempos del nazismo, en años decisivos de la Segunda Guerra Mundial, nacía el denominado plan Madagascar.

El proyecto fue ideado por varios generales nazis, con el fin de deportar a los judíos europeos a la isla de Madagascar.

La pretensión era que la isla de Madagascar, entonces colonia de Francia, fuese cedida a Alemania como mandataria que se encargaría de la organización de las deportaciones y del posterior gobierno de la isla.

Los demás países europeos, fundamentalmente los ocupados por el nazismo, darían su aval en un contexto de odio hacia el judío que, paradójicamente, era mayor fuera de Alemania como en la propia Francia.

Así lo describe con claridad el historiador y periodista Daniel Muchnik en su libro “La Humanidad frente a la Barbarie”.

El plan Madagascar del nazismo finalmente quedó en los papeles: El Informe Korherr de 1943 recomendaría trasladar a los judíos europeos hacia el este del continente.

Al invadir el ejército alemán en 1941 la Unión Soviética, la implementación del plan fue suspendida.

Entonces, el régimen nazi comenzó a trabajar en la organización de la deportación de los judíos europeos a los territorios conquistados en esa región del continente.

Lo que vendría después es ya conocido y doloroso: la historia de los campos de concentración y la denominada Solución Final componen una desgarradora página bañada en sangre que, sin embargo, nunca se debe dejar de leer.

Y si bien la comparación puede ser exagerada nunca debe dejar de hacerse, más aún cuando la dirigencia política actual no logra encontrar el cauce al destino de millones de personas desplazadas en el mundo, vistas en varios países como una seria amenaza a sus valores socioculturales e incluso a su economía personal.