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El color blanco

Un millar de pensamientos venían a su cabeza, sin parar, uno tras otro sin cesar. Los cuales bifurcaban y daban origen a un solo pensamiento,

El color blanco

Un millar de pensamientos venían a su cabeza, sin parar, uno tras otro sin cesar. Los cuales bifurcaban y daban origen a un solo pensamiento, que va más allá de los estados del sueño.

El cual solo es posible ser emitido por una mente humana, que no lleve consigo las barreras y paredes del paradigma. Ella posee todas las afirmaciones y a la vez todas las negaciones. Y a la vez ninguna de las dos.

Contemplando así la infinitud del universo; encerrado entre paredes físicas y reales de un minúsculo punto del espacio…

Aunque la enorme magnitud del hecho dio lugar a dudas de su realismo y sospechas de su locura.

Fue así como sintió que era necesario comprobar dicho pensar, comprobar su mente. A través de la acción, creando un símbolo. Símbolo que justificó el realismo del hecho, que llevaba consigo una sola palabra; pero ninguna letra o vocal.

Y ese símbolo fue un grito, un grito aterrador. Que partió el cielo.

Los espejos y las ventanas crujían, se rasgaban, se desmoronaban… Los vidrios al chocar contra el suelo justificaron la fuerza de su sabiduría.

El ruido de los vidrios despertó toda la fuerza del símbolo. Todo su discurso, enunciado y oraciones…

El grito, que era una justificación, pasó a convertirse en una llamada.

Un canto que sobrepasa el umbral de dolor auditivo, expresándose en una sola nota. Con cientos de miles de armónicos superpuestos entre sí, que al vibrar emitían todos juntos un coro, viajando como espectro a 20,01 khz por segundo. Renunciando al cuerpo... Y elevándose.

Se rajaban las paredes, A los oídos se les rompían los tímpanos. Y sangraban.

Él Seguía escuchando el sonido, aunque no por el oído.

Si hay mente, estaba en blanco. Solo sentía el momento.

La visión del ojo fue remplazada por imágenes confusas…  La nariz le sangraba, su boca se dislocaba, las cuerdas vocales se destruían y su garganta estalló.

Cayó al piso rendido de rodillas, dejando la sangre correr a chorros por el suelo. Pero aun así su cuerpo seguía emitiendo su silencioso grito interno.

Y aquellos que lo oyeron respondieron a su llamado… Y se lo llevaron.