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Desvestirse emocionalmente en pleno siglo XXI

La desconexión emocional, su significado y cómo juega en nuestras relaciones.

Desvestirse emocionalmente en pleno siglo XXI

Sacarse la ropa muchas veces conlleva dudas e inseguridades y en ello juega un rol importante el autoestima y la confianza (ésta no solo en uno sino en el otro).
Confiar no implica que el otro es alguien a quien conocemos mucho, sino que es un otro con quien en el aspecto físico me siento cómodo y contenido.

En una relación sexual uno quizás no busca otra cosa más que sacarse la ropa y dejarse llevar por el placer. Pero ¿qué pasa cuando uno espera una palabra del otro o intenta dilucidar que pasa por su cabeza?.

¿Qué pasará por su cabeza?

En la época actual la desconexión emocional es muy fuerte y se relaciona con los modos en los que vivimos: corriendo de un lado a otro, buscando el placer inmediato, recargados de información y desinformación, viendo pantallas constantemente, respondiendo a muchas demandas en simultáneo, etc. Todo esto propicia que el desvestirse emocionalmente y abrirse a un otro demostrando cierta vulnerabilidad se torne casi imposible.

¿Le digo que me gusta? ¿Le planteo de ser novios? ¿Si le digo te quiero se asustará? ¿Debería responderle lo más fríamente posible? ¿Me dejo llevar por el momento y me olvido?.

A veces resulta más fácil sacarse la ropa que desvestirse emocionalmente ya que  el encuentro más íntimo en muchas oportunidades no es necesariamente el sexual. Puede que sea momento de empezar a problematizar y reflexionar acerca de qué es lo que queremos con cada vínculo y poner en claro en palabras lo que buscamos del otro ya que la comunicación es la clave para que no se genere un malentendido y terminar lastimando a otro.

¿Qué pensará la otra persona?

Las relaciones casuales, el no “enamorarse”, el querer ser independiente, no son el problema, como muchas veces plantean los medios, sino que la falla es la comunicación y el no poder expresar lo que siento.

Esa desconexión emocional, el no poder poner en palabras lo que me pasa a mí mismo y lo que puede llegar a pasar con otro es lo que propicia que los vínculos sean malsanos y que, eventualmente, nos parezca más difícil preguntar aquello que se nos pasa por la cabeza que sacarnos la ropa.